El sol nos da beneficios, pero si nos exponemos
sin protección, puede traer muchos riesgos.
El daño se acumula y son riesgosos tanto el sol
como las lámparas o camas solares.
Cuidarse también los días nublados, ya que la radiación atraviesa las nubes.
Los menores de un año deben estar a la sombra con ropa liviana y sombrero, evitando el sol directo y tomando abundante cantidad de líquido para no deshidratarse.
A partir de los 6 meses de vida pueden utilizarse protectores solares. No hay razón para disminuir los cuidados frente al sol al adquirir mayor edad.
Si bien normalmente la piel y los lunares toman un color un poco más oscuro durante el embarazo y la lactancia, no hay que confiarse: los cambios pueden indicar un riesgo.
Algunos fármacos (diuréticos, anti-inflamatorios, antibióticos, medicamentos para trastornos cardíacos, etc.) pueden aumentar el efecto del sol sobre la piel. Personas que han recibido trasplantes de órganos o quienes han realizado quimioterapia o radioterapia deben cuidar particularmente su piel del sol.
Conocer la propia piel y revisarla en forma periódica. Si encontramos manchas nuevas o que se hayan modificado, consultar al dermatólogo.
Recomendaciones
Evitar exponerse al sol entre las 10 y las 16 horas.
Usar en forma habitual cremas protectoras solares que bloqueen radiación UVA y UVB, de calidad reconocida y cuyo factor de protección solar (FPS) sea mayor a 30.
No olvidar la protección solar al realizar deportes.
Aplicar en toda la piel 20 minutos antes de la exposición y renovarlo cada 2 horas con la piel seca o cada vez que uno sale del agua y se frota o se seca la zona.
Usar una cantidad generosa sin olvidar sitios como: orejas, empeines, labios, cuello, "pelada" de los calvos y tórax.
Observá tus lunares y manchas personalmente en forma periódica, con ayuda de espejos y de otra persona.
No olvides las palmas y plantas, la región genital, el cuero cabelludo, la boca, el interior del ombligo, las axilas, etc.